Julián Plaza nos cuenta cómo el Máster en Derecho Digital prepara a los abogados del Siglo XXI para los retos tecnológicos y jurídicos del futuro
¿Qué tipo de casos prácticos y proyectos trabajarán los estudiantes durante el máster y cómo estas experiencias les ayudarán a enfrentar los desafíos reales que presenta el entorno del Derecho Digital?
Durante el curso planteamos a los alumnos varios tipos de trabajos en equipo e individuales. Se trata de actividades prácticas, ejercicios de autoevaluación tipo test y presentación de tres ejercicios relacionados con los módulos del curso: datos personales y dº digitales; servicios de la sociedad de la información y de las comunicaciones; propiedad intelectual y tecnológica; abogacía digital; empresa y economía digital.
Estas actividades se basan en casos reales, por ejemplo, los tres ejercicios prácticos consisten en casos que habitualmente se tratan en despachos y asesorías jurídicas de las empresas y mediante trabajo en equipos multidisciplinares. Los alumnos tienen que presentar informes sobre cómo enfocar cuestiones como la implantación de un sistema de IA Generativa en una compañía, por lo que tendrán que ver todos los enfoques necesarios, el regulatorio, el tecnológico y el empresarial. De esta forma el conocimiento adquirido les sirve para tener una visión completa del tema a tratar, en anteriores ediciones, por citar algunos, se hicieron trabajos de simulación de situaciones como de asesoría en la digitalización de un despacho y el uso de legaltech; sobre la utilización de NFTs y Blockchain para situar el museo Moma en el metaverso; o sobre el empleo de IA, Bots y otras tecnologías para su despliegue en hospitales. Todos los casos se plantean de forma que se deba analizar múltiples cuestiones a la vez
¿Qué valor añadido aporta la titulación de Derecho Digital en comparación con otras titulaciones tradicionales en derecho o tecnología, y cómo puede esta formación mejorar la competitividad de nuestros estudiantes en el mercado laboral?
Nosotros creemos que el abogado del siglo XXI tiene que tener antes que nada una visión panorámica de la sociedad que vivimos y la que viene, lo que le permitirá entender las necesidades de los clientes y ser un valor añadido para sus negocios, algo así como un socio más. Y para ello necesitan “alfabetizarse digitalmente”, que es en lo que ayudamos a los alumnos. Para esto necesitan conocer la Red y sus efectos, las plataformas y sus sistemas operativos, los software que transforman nuestra sociedad, los agregadores, las empresas Tech, conocer la innovación y los desarrollos en Legal Tech. Esta es la diferencia con respecto a otras formaciones más específicas, por eso creemos que antes de comenzar una especialización, se deben asentar los pilares que darán forma al nuevo abogado, lo que luego le permitirá afrontar cualquier innovación de futuro. Un ejemplo, el uso de IA es una cuestión que atañe a las empresas, instituciones u organizaciones que debe abordarse de forma multidisciplinar y en equipo, y los clientes buscan esa mentalidad. La mentalidad emprendedora será clave, tener competencias en Design Thinking, en análisis de datos que sirven para toma de decisiones, en uso de herramientas comerciales que sirven para redefinir la visión de la compañía, para mejorar la experiencia del cliente o para crear una nueva ventaja competitiva. Y para todo ello hace falta formarse “estratégicamente” y con “perspectiva”. El mundo seguirá avanzando hacia una realidad compleja ética y jurídicamente, con nuevas incertidumbres, y si los abogados pretendemos ofrecer algo a los clientes es certidumbre frente a los riesgos. Ahora, en la Era Digital.
¿Cómo está prevista la evolución del programa para adaptarse a las tendencias emergentes en tecnología legal, como la inteligencia artificial, blockchain y la automatización, y cómo impactará esto en el retorno de inversión para los estudiantes?
Yo a la pregunta, en primer lugar puedo responder con la pregunta que todos los años nos hacemos ¿Qué se le demanda al abogado del siglo XXI? Somos conscientes desde que comenzamos hace años, que el éxito del programa radica en la visión panorámica a la que me refería antes y también, a la actualización constante, y por una razón, porque nuestros alumnos tienes que estar preparados para prestar servicios legales a corto plazo, para no ser un obstáculo para los clientes y para no ser un efecto negativo en las organizaciones por no estar adaptados a los cambios. Tienen que estar listos para salir al terreno de juego.
Hoy se buscan abogados con nuevas habilidades y nuevas responsabilidades, y esto se traduce en saber “de qué va esto del derecho digital”. En conclusión, no nos preocupa esa constante adaptación, cada año nos encontramos una nueva tecnología, cuando no, una o varias regulaciones y sobre todo, una celeridad en la transformación de la sociedad, en el mundo de la empresa y de los negocios que nos hacen manteneros alerta.
El retorno al estudiante es una cuestión que nos respalda en cada edición, porque nos lo cuentan ellos mismos, cómo la preparación que les ha dado el Máster les ha servido para dar un salto de calidad en sus carreras profesionales o para comenzar en puestos en que cada vez se valora más el perfil del abogado con conocimientos en la materia. Son profesionales capaces de trabajar en temas como: estrategia de los datos de una compañía, diseño de estándares y procedimientos para softwares, para procesos judiciales, smartcontract; en la identificación de procesos para mejorar una asesoría, un litigio, un riesgo, un producto; en proyectos legales; en activos, en protección de propiedad intelectual, en redes sociales, en códigos, en datos personales, en criptomonedas, en ciberseguridad.
¿Cuál sería el perfil de alumno del máster? ¿A quién va dirigido?
El alumno no se ha de plantear el máster como una especialización, sino como una continuación natural y esencial en la formación de un abogado del siglo XXI. Por ponernos en situación, la American Bar Association dice que la competencia tecnológica es parte de los deberes éticos del abogado para poder representar bien a sus clientes y el Código Deontológico del ICAM incide en que el abogado ha de hacer un uso responsable y diligente de la tecnología de la información y la comunicación debiendo extremar el cuidado en la preservación de la confidencialidad y del secreto profesional. Es decir, lo que se está transmitiendo es que es fundamental que el abogado actual disponga de estos conocimientos para poder manejarse en la realidad digital y tecnológica en la que va a ejercer durante su vida profesional. Expresado de otra manera, el abogado al que me refiero va a seguir interviniendo en operaciones mercantiles, fiscales, civiles o dirimiendo en conflictos sociales, personales, etc., no van a cambiar el concepto de compraventa, de permuta, de condonación, ni la responsabilidad aquiliana, que son cuestiones latentes también en el día a día de operaciones en las que median tecnologías disruptivas como blockchain, el metaverso o la IA. Lo que sí suponen estas tecnologías es un cambio en el “ropaje” que ha de adoptarse para afrontar los cambios en la profesión. En conclusión, inicialmente no es el objetivo especializar al alumno, sino acompañarle en su necesaria formación; y por cierto, a los alumnos se lo hacemos ver in situ pues en el máster contamos con una parte práctica de la que somos pioneros y nos sentimos muy orgullosos, me refiero a las clases de programación y de IA que reciben y al contacto presencial que tenemos con empresas multinacionales e instituciones públicas que visitamos, en las que pueden comprobar a que me estoy refiriendo cuando menciono al abogado del siglo XXI que se está demandando.